jueves, 7 de junio de 2012
Ironías e ironizados. (I)
viernes, 11 de mayo de 2012
La indiferencia nos matará a todos.
La indiferencia nos matará a todos. Sin moverse, sin ser agua que cala y destruye; la indiferencia se aloja sin ser absolutamente nada en el vacío que desconocemos y está detrás de nosotros, y dentro y a nuestro alrededor. Cuando la cabeza se vuelve densa y pesa tirando de ti hacia atrás, ese es el peso de la indiferencia atrayéndote cada vez más hacia el suelo, hacia el polvo.
La indiferencia es tremenda y poderosa porque es incorpórea, porque bebe y respira de la nada más absoluta que somos incapaces de comprender. Se condensa en las paredes de nuestra piel, por dentro, y respira en forma de hormigueo de ideas inconexas. Nos va apagando sin saber - nosotros - que alguna vez estuvimos encendidos.
sábado, 21 de abril de 2012
Ver, oír y callar.
sábado, 7 de abril de 2012
Praha (II)
domingo, 1 de abril de 2012
Cracovia en miniatura (I)
jueves, 15 de marzo de 2012
Encontrarse (II)
martes, 13 de marzo de 2012
Encontrarse (I)
martes, 6 de marzo de 2012
jueves, 1 de marzo de 2012
She found peace in her own mind.
miércoles, 29 de febrero de 2012
You never worshipped your life
martes, 28 de febrero de 2012
Obra semanal: Óleo
domingo, 26 de febrero de 2012
Baby, don't fear the reaper.
Faísca a través del espejo.
Mi gato se asoma a los reflejos de la habitación sobre la pantalla del ordenador, como si hubiese un mundo del otro lado. Balancea la cabecita hacia delante y hacia atrás, viendo cómo los reflejos cambian, las sombras se superponen y los volúmenes se confunden. Yo estoy sentada, delante de él, con un té todavía por beber a un lado, una lámpara iluminando el teclado y un libro a mi izquierda. Detrás, la cama sin hacer, la estantería superpoblada y el armario de tela desordenado. Al fondo, la puerta entrecerrada.
Camina por delante de la pantalla, recorriéndola pulgada por pulgada dejando que la superficie caliente estimule sus perceptivos bigotes blancos. Intenta entrar, pero el cristal se lo impide, así que prueba a rodear la ventana, la pantalla, y a meterse por debajo.
Por debajo del borde negro no hay nada, sólo unos cables y la pared. Levanta de nuevo la cabeza, estira el cuello y observa de nuevo el reflejo. Sigue viéndome, y yo a él. Vuelve a bajar la cabeza, a estirar el cuello, a ver la pared blanca en la sombra y los cables que no se mueven. Yo, en cambio, sólo veo su nuca que se extiende desde el borde negro del espejo, de la ventana, de la pantalla. Cuando vuelve a levantar la cabeza ya no me mira, ni me huele -nunca lo ha hecho-. Se gira, salta al suelo y sale por la puerta entreabierta.