jueves, 1 de marzo de 2012

She found peace in her own mind.


Detrás de la máscara del narrador, el corazón blando y desnudo no tiene tanto frío.


El año pasado está lleno de cajas. Son la mudanza de este cuerpo, de una casa a un hogar. Están repartidas a lo largo de los meses. En diciembre se acumulan las que están más húmedas y el cartón oscurecido adelgaza con el tiempo. Durante el invierno saqué algunas más antiguas, las que guardaban los desperfectos y los desperdicios.


Enero y febrero son el basurero de mi memoria.


En abril hay un pasillo blanco y amarillo - recuerdo de los narcisos que colonizaron la crueldad de febrero-. Vino la primavera y secó las humedades del cuarto-ventana en el que vivía. Ya no vivo en esa habitación que me obligó a estar más fuera que dentro. Pero me traje el año conmigo, con sus cajas, sus humedades, los narcisos y la arena del Atlántico del norte. Hoy, volvía en el autobús y una de mis cajas favoritas se cayó desde un estante. No la recordaba, de modo que me puse a curiosear por dentro y estuve en el Griego un rato, hablando con unos ojos azules que me acompañaban y bebían conmigo. Del Griego pasé a un jardín botánico y la piel se me cubrió de cuadros rojos y verdes. Surgieron los pliegues en la tela, giré sobre mis talones y apreté una mano pequeña y fuerte. Las comisuras de los labios se curvaron verticales y sentí el amargor de la cerveza bajando por la garganta. Los ojos azules, verticales, me llevaron a una puerta azul y vertical. No tuve frío.

Me di con el cartón de la caja y giré de nuevo. Los dos nos reímos de lo pequeño de mi habitación-ventana. Los dos nos reímos mucho.

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